En 1949 era presidente de Guatemala Juan José Arévalo, quien sufrió una
asonada contra el gobierno. Esa sublevación la dirigió el jefe de las fuerzas armadas,
Francisco Arana, ligado a los intereses ferro-bananeros, represores de las huelgas de los
obreros de la United Fruit Co. (UFCO) de 1948/49. La tentativa estuvo bendecida por el
clero y la derecha. Según Galich, ministro de Relaciones Exteriores, el Frente Popular
Libertador y Renovación Nacional, con el fin de contrarrestar la sublevación y darle
continuidad a Arévalo, pactaron con Arana para apoyar su candidatura a la presidencia en
1950. Pero en 1948 los partidos rompieron con él por ser representativo de las fuerzas
derechistas; Arana decide fundar el Partido Social Revolucionario con el objeto de influir
en las elecciones del congreso de ese año. Ante el fracaso electoral recurre a la
sublevación.
El enfrentamiento de 1949 permitirá un nuevo desplazamiento hacia la izquierda
del eje político de la revolución. La pequeña burguesía, incapaz de enfrentar la
contrarrevolución, debe apoyarse en la clase obrera. El ejército leal y los obreros armados
liquidan a los sectores más reaccionarios del ejército. El triunfo conjunto permitirá la
elección de Jacobo Arbenz y el avance hacia transformaciones profundas, quedando así
abierto el camino para la reforma agraria. De allí en más Estados Unidos abandonó la
táctica de auspicio a los movimientos sediciosos internos y comenzó a propiciar la
intervención. En ese sentido designó a Richard Patterson Jr. como embajador en
Guatemala, en reemplazo de Edwin Hyle, que se había mostrado incapaz de suspender la
aplicación del Código del Trabajo en el conflicto con la UFCO. Patterson era la vuelta del
Big Stick. Mostraba en su haber la presidencia de dos enormes consorcios, la RKO (Radio
Keith Orpheum Co.) y la Ogden Co., y la vicepresidencia de Du Pont de Nemours. Según
Time, Patterson dijo que su misión “era construir aquí, en Guatemala, un ejemplo de
contención al comunismo y a las injusticias sufridas por las compañías norteamericanas
en todas partes”. Patterson comenzó su presión sobre Arévalo, en el sentido de colocar
enmiendas al Código de Trabajo y paralelamente comenzó a relacionarse con los grupos
conspiradores, lo que le vale la expulsión del país.
Cinco días antes de las elecciones, un grupo de civiles y militares, contando con
apoyo estadounidense, intentó una nueva sublevación para impedir la convocatoria de las
mismas ante el inminente triunfo de Arbenz. Fue rápidamente sofocada.
Arévalo volcó su apoyo incondicional en la candidatura de Jacobo Arbenz, que
representaba al sector revolucionario del ejército, y los tres partidos revolucionarios
respaldaron su candidatura, que triunfa sobre las fuerzas derechistas, cuyo candidato era
Miguel Ydígoras Fuentes.
Profundizando en la línea iniciada por Arévalo, Arbenz emprendió la realización de
su programa básico, que sintetizó en tres postulados: “independencia económica de la
Nación, transformación del país en una nación capitalista y elevación del nivel de vida del
pueblo”. Dentro de esta política la reforma agraria desempeñaba el papel más importante
y, como consecuencia de ella, la necesidad de la diversificación de la agricultura, que
según palabras del mismo Arbenz “permitiría depender mucho menos de la producción
cafetalera, cubrir las necesidades internas más perentorias, servir de materias primas a
nuestra minúscula industria en desarrollo, mejorar nuestra balanza comercial, invertir
menos divisas en bienes de consumo y más en bienes de inversión y producir el auge de
la economía sobre la base de depender más del intercambio mercantil interno que del
comercio exterior”.
Para liberar la economía del monopolio IRCA (International Railways of Central
America)-UFCO, Arbenz emprendió un importante plan caminero y la construcción de un
puerto con capital guatemalteco en la Bahía de Santo Tomás... La CIA ya le había
extendido su certificado de defunción política al gobierno de Arbenz.
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