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domingo, 1 de noviembre de 2020

2 DE NOVIEMBRE DE 1976: DESPOJO A LOS GRAIVER DE “PAPEL PRENSA”. por Daniel Chiarenza



Durante la última dictadura cívico-militar, los propietarios y directivos de los tres diarios de

entonces mayor tirada de la Argentina se apropiaron -en complicidad con el Estado

terrorista- de la empresa que les permitió monopolizar la producción del papel para

periódicos.

La maniobra para consumar el delito no fue improvisada. Fue el resultado de la alianza

estratégica pergeñada por los usurpadores del Estado y los representantes de los grupos

económico-mediáticos más poderoso del país. Los grupos económicos concentrados

necesitaban de los militares usurpadores para exterminar la disidencia política y social

que se opusiera a sus planes neoliberales. Es que los tiranos que conculcaron los

derechos cívicos exigían no sólo una prensa –ya silenciada por la censura- sino medios

cómplices de su política genocida y de sus delitos. A gusto fue comprendido por Clarín, La

Nación y La Razón y, como trueque de su comportamiento con el poder recibieron el

monopolio del papel para periódicos, y eso sí constituye un ataque contra la libertad de

expresión.

Entre el fin del 76 y primer semestre del 77, el Grupo Graiver fue despojado ilegalmente

de Papel Prensa S.A. en una operación que –además de sus motivaciones políticas y

económicas– desnudó el antisemitismo de los militares que respondían a la embajada

yanqui. El robo se consumó con el uso de presiones, amenazas, secuestros,

desapariciones, torturas y asesinatos. Paralelamente -sin que los beneficiados puedan

sacar patente de ingenuidad, ni negar su simpatía por la filosofía del terrorismo de

Estado– los propietarios de los tres diarios crearon una empresa fantasma con el solo fin

de hacerse de las acciones de Papel Prensa que los herederos y socios de David Graiver

fueron obligados a abandonarlas de forma violenta.

El precio que le fijaron a la “transferencia”, no voluntaria, fue de 996.000 dólares. Los

fundadores -David Graiver y otros- habían invertido hasta octubre de 1976 15 millones de

dólares, importe que al momento de arrebatárselo a los familiares sucesores se había

incrementado por el valor bursátil de la empresa.

Al leer el contrato se infiere que la palabra precisa es despojo, por lo tanto nunca cedido

voluntariamente. Sólo hay 7.000 dólares de seña, con los que adquieren el título de

“comprador” del bien que ellos mismos valúa en 996.000 dólares. Los 7.000 U$A

mencionados tienen “el carácter de principio de ejecución del contrato, formando parte del

precio y declarando expresamente ambas partes que la operación es firme e irreversible”.

Dos figuraciones básicas que hacen que ni el “vendedor” ni el “comprador” puedan

arrepentirse de la vil operación y que el “contrato”, sólo con esos 7.000 U$A, es viable; es

decir, el bien que “se vende” pasa a manos del “comprador”.

La respuesta a la falsa condición suspensiva está en la cláusula sexta del “boleto de

venta” que le hicieron firmar –violentamente- a la familia Graiver: “Este contrato es

transferible... sin necesidad de consentimiento ni conformidad alguna del vendedor”. Con

alevosía, los apropiadores obligaron a los “vendedores”: “a asistir a la Asamblea a

convocarse a los efectos del artículo 9º del Estatuto de Papel Prensa S.A. y votar

favorablemente con todos sus votos para aprobar la presente operación e igualmente a

realizar los actos y gestiones y otorgar cuantos instrumentos fueren necesarios a los

efectos del presente contrato”. Sólo faltó la firma de Enrique VIII “concediéndose” el

divorcio cada vez que quería contraer nupcias de vuelta, en los que no ahorró asesinar a

la mujer anterior.

El 14 de marzo de 1977, un grupo de tareas secuestró a Lidia Papaleo de Graiver.

También fueron secuestradas Silvia Fanjul –de lo cual soy testigo de segunda mano, pues

conozco a una pariente, que no quiso trascender- y Lidia Gesualdi. Tres días después

fueron secuestrados Juan Graiver –padre de David–, su mujer, Eva Gitnacht de Graiver;

Isidoro Graiver –hermano menor de Dudi–, y el apoderado de la familia en la sucesión,

Jorge Rubinstein.

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