El Che Guevara, en agosto de 1966, ingresa a Bolivia con un pasaporte uruguayo
a nombre de Adolfo Mena y obtiene del gobierno de Barrientos una credencial que le
otorga la función de observador de la OEA; con ella puede circular libremente.
Se desfiguró con maestría: afeitado, una calva que sólo deja -a los lados de la cabeza- cabellos entrecanos y unos anteojos. Le añaden unos diez a sus 38 años.
Entretanto los hermanos Roberto y Guido “Inti” Peredo organizan en Ñancahuazú, un valle de Santa
Cruz, la guarnición guerrillera.
La entrada a Bolivia la hace por Corumbá; Bolivia será liberada y Argentina posteriormente. De esos países, organizaciones revolucionarias, grupos clandestinos, obreros, universitarios, gente de pueblo, colabora en la trayectoria del legendario jefe revolucionario para que éste pueda llegar al punto secreto de Santa Cruz donde comenzaría la insurrección.
Recorre el país hablando con diversos grupos de izquierda para convencerlos de apoyar la rebelión armada. Tiempo antes habían llegado al país, por grupos, cubanos de las tropas selectas del Che; algunos de ellos comandantes y capitanes que han
combatido con Guevara en la Sierra Maestra y en el Congo.
El episodio boliviano de la vida del Che no entra en los límites de la efeméride, por
las implicancias que tuvo en el cuadro general del funcionamiento de la izquierda
latinoamericana; su inmediatez impide que se puedan documentar algunos juicios o
extraer interpretaciones definitivas. Pero a partir de ese agosto, comienzan, en torno del
Che, a ocurrir una serie de hechos que obsesionan al observador pretendidamente
objetivo. Quizás de ellos –sin podérselos fundamentar en forma plenamente convincente-
deba extraerse una conclusión que clausura con un admirable rasgo de devoción
revolucionaria la mágica existencia de Ernesto Guevara: su consciente sacrificio.
Uno tras otro, los grupos de la izquierda boliviana y el MNR rehúsan ingresar como
tales al foco guerrillero (¡lástima la distancia cronológica que hubo con Evo!), probado en
entrevistas que Guevara va teniendo con los dirigentes en La Paz y otros puntos de
Bolivia, como si estuviera buscando al fantasma del que sería el famoso gremialista
cocalero. Todos los grupos dejarán en libertad a sus compañeros.
Debido a la costumbre del asmático guerrillero, respetado en todo mundo, él
anotaba diariamente las novedades durante las campañas, están documentados rigores
sobre cuestiones hasta de interés médico que se pueden leer en el Diario del Che en
Bolivia. En él se registró la evolución de las operaciones y combates desde el 7 de
noviembre de 1966, día en que el Che llegó a Ñancahuazú, hasta el 7 de octubre de
1967, víspera del combate de la Quebrada del Churo. Allí se establece con los Peredo y
sus setenta combatientes.
En diciembre, la guerrilla (denominada Ejército de Liberación Nacional) está
instalada en Santa Cruz. Pero la dirección nacional del partido comunista boliviano no se
decidió a apoyarla; simplemente, dejó en relativa libertad a sus miembros para que se
incorporen a título personal. A los adherentes del MNR, Paz Estenssoro les advierte que
si entran a la guerrilla quedarán desvinculados del partido que de revolucionario no tiene
nada.
El secretario general del PC, Mario Monje, viaja a La Habana y presenta a Fidel
Castro las objeciones del partido a la guerrilla tal como la ha organizado Guevara. El 31
de diciembre, se entrevista con Guevara en la base guerrillera y le dice que renunciará a
la Secretaría General y entrará en la guerrilla, si Guevara le entrega la dirección político-
militar del movimiento. Guevara se niega y Monje (un ignoto total en la Historia de la
Patria Grande) vuelve a La Paz.
Guevara sabe que el apoyo urbano no vendrá. Juan Lechín y su FRIN minero no
han aceptado la propuesta guerrillera; el MNR, por boca de sus dirigentes clandestinos en
La Paz, tampoco; los trotskistas de Guillermo Loran están divididos, pero no anuncian
apoyo oficial, así va el Che a su destino de inmortalidad.
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