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Al aproximarse los porteños, Urquiza forma en batalla: la infantería al centro al mando de
Francia, la caballería en dos alas (la derecha dirigida por Galarza, la izquierda por Saá).
Don Justo José, con las mejores tropas entrerrianas, queda en la reserva.
Mitre ataca. También formó la caballería en alas (derecha con Venancio Flores, izquierda
con Hornos); la infantería la comandan Paunero (centro izquierda) y Emilio Mitre (centro
derecha). La reserva la manda Mitre.
Empieza el fuego a las 14:30 hs. ¿Qué pasa ese 17 de septiembre de 1861 en Pavón? Ni
el parte de Paunero escrito en San Nicolás el 27, ni el de Virasoro fechado el 18 en el
“campo de la victoria de Pavón” lo explican.
López Jordán queda frente a Carioga. Manda el parte a Urquiza del “gran triunfo”. Cuando
se entera de la retirada de éste, le escribe extrañado el 19: “Espero sus órdenes, porque
si estoy y sigo es porque V.E. me puso aquí”.
Urquiza sigue la retirada. La noche de la batalla –del 17 al 18- atraviesa con su ejército las
calles de Rosario, que observan la prueba de la derrota (el ministro Molinas, que estaba
en Rosario, escapa a Paraná en un vapor paraguayo). No se detiene Urquiza, y sigue a
San Lorenzo. La mañana del 18 le llegan informes que la batalla ha sido ganada; y Mitre,
encerrado en la estancia de Palacios, sin caballería y con grandes pérdidas, se prepara a
retirarse a San Nicolás. Pascual Rosas, gobernador de Santa Fe, lo conmina al regreso
para acabar con los porteños. El general, victorioso muy a su pesar, le contesta que “no
puede, ni debe hacerlo”, que “Galarza complete la victoria”, dando orden a éste de volver
a Pavón y apoyar a Virasoro.
El 21 llegan a Diamante emisarios del vicepresidente Pedernera, a cargo del ejecutivo por
ausencia de Derqui. ¿Qué hace el general en jefe tan lejos del campo de batalla “cuando
deben recogerse los laureles de la victoria”?
El 22 Urquiza sigue viaje a San José. En el trayecto recibe aplausos de los inocentes
entrerrianos, y votos por la mejoría de su salud, que debe ser una dolencia moral porque
viaja a caballo. Pero al llegar a su casa, guardará cama unos días.
Al saber que el capitán general está en San José, los entrerrianos que quedaron en la
margen derecha del Paraná a las órdenes de Galarza, lo abandonan y se vuelven a su
provincia.
Urdinarrain, gobernador delegado de Entre Ríos, visita a Urquiza en San Jose para
felicitarlos por la victoria e interesarse por su salud. Se retira con una vaga aprensión: “La
victoria ésta, sin embargo de su importancia, es un enigma incapaz de descifrarse hasta
hoy. Lo sensible es no haberse sacado todas las ventajas que se consiguen en los
primeros momentos del triunfo. […]”.
Mitre llega a Carioga con los regimientos de infantería y artillería. ¿Cuántos hombres le
quedan? El optimista parte de batalla que dará Paunero el 27 no lo dice. No han de ser
muchos, Virasoro en su parte de victoria del 18 se refiere a “1.500 cadáveres enemigos”;
algo de eso debió haber, pues Mitre en misiva confidencial del 22 al ministro de Guerra
confiesa “las muchas bajas que han tenido los batallones de línea en la jornada de
Pavón”, disculpándolas porque “no se asaltan 40 piezas de artillería sin dejar buena parte
de soldados tendidos”. Demasiados guardias nacionales arrojaban sus armas en la
retirada y se escondían donde podían; su número debió de ser grande, porque cuando se
supo que la derrota era una victoria llegaron varios a Carioga diciéndose extraviados. El
gobierno le pidió a Mitre que pasase lista para saber quiénes habían cumplido con su
deber y quiénes no.
Al llegar a Carioga la tarde del 19 creyéndose vencido, Mitre encuentra noticias
desconcertantes llegadas por el río a San Nicolás: Urquiza ha pasado por Rosario la
noche del 17 al 18 con la mayor parte del ejército nacional. El 20 sabe que Urquiza ha
cruzado el Paraná y está en Diamante con sus calificadas divisiones. ¿Habrá triunfado
Mitre sin darse cuenta?... En Cepeda creyó en una victoria, ahora en una derrota. Nunca
se sabe.
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