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Había nacido en la bonaerense Pergamino el 29 de septiembre de 1913.
En 1931 se afilió a la UCR yrigoyenista y escribió en los periódicos “peludistas”: Debate,
Doctrina radical y La Libertad. En los 40 estudió en la facultad de Filosofía y Letras de
Córdoba, allí fue alumno de Rodolfo Mondolfo. Se graduó en el 44 con diploma de Honor
y medalla de Oro.
En 1947 se acercó al peronismo influido por Arturo Jauretche, inclusive colaboró con el
gobernador de la prov. de Bs. As. Domingo Mercante. En el 48 inició su labor docente en
la Universidad de La Plata y en la facultad de Ciencias Económicas de la UBA, hasta el
golpe militar de 1955.
En 1964 lanzó el movimiento CÓNDOR junto a otros intelectuales. El 19 de octubre de
1972 sufrió un atentado terrorista en su domicilio.
En 1973, cuando ya se respiraban aires de intencionalidad hacia el camino de la
Liberación, fue distinguido como Profesor Emérito de la UBA. En junio de 1974 dirigió la
revista Peronismo y liberación.
Falleció en la ciudad de Mar del Plata.
Eduardo Luis Duhalde escribiría el prólogo a “La Formación de la conciencia nacional”:
“La conciencia nacional, que se supone revolucionaria en tanto antiimperialista, aparece
como el punto de unidad y fuerza motriz del proceso, la que va determinando […] los
comportamientos sociales […] el esquema hernández-arreguiano tiene […] la visión de la
ideología como interpelación [y] está referida a la ideología como instancia discursiva de
las clases dominantes, cuyo fin es ‘asegurar la reproducción de las relaciones de
producción existentes […] En Hernández Arregui, la conciencia nacional es sujeto
constituyente y significante de la clase obrera revolucionaria. ‘Las ideas -dirá- se
engendran progresivamente en la historia y responden a una oculta necesidad genética
del desarrollo’.
[…] Hernández Arregui encuentra la estructuración de una conciencia discursiva en el
nacionalismo de FORJA que hace entroncar con una línea histórica material e ideológica
que tiene dos pilares en cada extremo: las montoneras del siglo pasado y la clase obrera
peronista, marcando la antinomia entre lo nacional y lo antinacional, que se va dando en
cada etapa de la historia y que van determinando la lucha por la liberación nacional. ‘El
destino de los movimientos precursores -dirá- no es actuar sobre la generación
contemporánea sino sobre las promociones políticas e intelectuales que le siguen. […]
Sólo la madurez histórica en una comunidad, logra en determinado momento, restaurar y
ordenar los eslabones a través de la histórica crítica de las ideas que enhila a las edades
sucedáneas entre sí en la unidad superior del espíritu. Y entonces, las ideas mismas
aparecen como una serie lógica en el tiempo y en estrecha simbiosis orgánica con la
historia de la Nación. La transformación de las ideas, no sólo es parte del proceso
incesante de la vida histórica, sino la razón misma de la continuidad y recreación espiritual
de una existencia nacional’ […]
Me resulta difícil releer La formación... […] Límite y al mismo tiempo riqueza de lo vivido,
que me impide acceder a este libro con la mirada inocente de quien lo aborda en
primigenia lectura desde el presente, no para analizarlo como aporte reflexivo de su
andadura en el tiempo […] resulta una obra abierta que invita a la mirada proyectiva para
buscar coordenadas imaginarias mediante líneas trazadas desde su texto, sobreimpresas
en los cambios habidos en la travesía social desde entonces. […] en ese devenir entre el
entonces de La formación... y el presente, aparecen como contracanto interpretativo
indispensable las tragedias colectivas e individuales originadas por el brutal asalto al
Estado y la sociedad argentina desde la acción imperialista y el liberalismo arrasador con
el casi aniquilamiento de nuestra condición nacional, que nos coloca hoy, en un nuevo
esquema refundacional donde no es casual que la mirada vuelva a la obra de Hernández
Arregui, Jauretche, Scalabrini Ortiz, John William Cooke y Rodolfo Puiggros […].
Más actual imposible
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