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sábado, 19 de septiembre de 2020

20 DE SEPTIEMBRE DE 1861: EN UNA CARTA DE SARMIENTO A MITRE LE ACONSEJA “NO AHORRE SANGRE DE GAUCHOS” por Daniel Chiarenza


Para Sarmiento lo autóctono es “lo bárbaro” que hay que eliminar. Se pregunta sobre los

indios: “¿Lograremos exterminar a los indios? Por los salvajes de América siento una

invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios

asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son

unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es […] útil, sublime y grande. Se les debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”.

Continúa: “Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva colonial […] Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era necesario purgar la tierra de toda esa excrecencia humana, raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”.

Y así se refiere a los negros: “Los negros […] ponían en manos de Rosas un celoso espionaje, a cargo de sirvientes y esclavos, proporcionándole, además, excedentes e

incorruptibles soldados de otro idioma y de una raza salvaje […]. Felizmente, las

continuas guerras han exterminado a la parte masculina de la población”.

Refiriéndose a los gauchos, exultante por el “triunfo” de Pavón conquistado por la

defección de Urquiza y al caradurismo de Mitre, escribe: “No trate de economizar sangre

de gauchos” […] “su sangre es lo único que tienen de humano” y resulta que: “Este es un

abono que es preciso hacer útil al país”, en carta a Mitre del 20 de septiembre de 1861.

Pasa un tiempo y con respecto a Urquiza: “No deje cicatrizar la herida de Pavón. Urquiza

debe desaparecer de la escena, cueste lo que cueste. Southampton o la horca. Él es la

única nube negra que queda en el horizonte” [en Archivo del General Mitre. Campaña de

Pavón, tomo IX, Bs. As, Biblioteca La Nación, 1912]. Continúa el “Padre del aula” [un

autodidacta metido al noble oficio de maestro]: volviendo a los gauchos que son “animales

bípedos de perversa condición” (carta a Mitre, 24 de marzo de 1863).

En Conflictos y armonías de las razas en América abundan los relatos despreciativos

hacia indios, negros y gauchos. También repudia las raíces hispánicas, suponiendo que

todo lo español es necesariamente autoritario y reaccionario, óptica que lo conduce a

idealizar lo anglosajón. La propuesta de aniquilar a lo que llama “barbarie” se expresa con

motivo del degüello del Chacho Peñaloza; del mismo modo preconiza el asesinato de

Benavídez: “La muerte del gobernador Nazario Benavídez es acción santa sobre un

notorio malvado. Dios sea loado”.

Su Facundo se halla nutrido de denuestos y acusaciones, muchas de ellas falsas, como él

mismo lo reconoce en carta al “manco” Paz. Transcribimos algunos fragmentos de su

obra literario-histórica: “Facundo es un tipo de la barbarie primitiva […] Su cólera era la de

las fieras: la melena de sus renegridos y ensortijados cabellos caía sobre su frente y sus

ojos en guedejas como las serpientes de la cabeza de Medusa, su voz enronquecía y sus

miradas se convertían en puñaladas. Dominado por la cólera, mataba a patadas,

estrellándole los sesos a N. por una disputa de juego, arrancaba ambas orejas a su

querida porque le pedía treinta pesos, abría a su hijo la cabeza de un hachazo […] En

todos sus actos se mostraba el hombre bestia […] Tenía reputación entre hombres

groseros que llegaban a atribuirles poderes sobrenaturales”. “Llega a San Juan y los

principales de la ciudad […] salen a encontrarlo. Pasa sin mirarlos […] Una negra que lo

había servido en su infancia se presenta a ver a su Facundo, él la sienta a su lado,

conversa afectuosamente con ella, mientras sacerdotes y notables de la ciudad están de

pie, sin que nadie les dirija la palabra, sin que el jefe se digne despedirlos”.

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