Luego del hecho revolucionario de masas más importante de la Historia argentina -el 17
de octubre- el presidente Farrell cambió el gabinete, pero sin las presiones del general
Ávalos.
En la Secretaría de Trabajo y Previsión, producida la renuncia de Perón, la jerarquía
católica le impone a Farrell el nombre de Juan Fentanes.
Éste garantizaba las conquistas y derechos sociales, pero Fentanes no era Perón…
Es que el pueblo tiene una especie de “sexto sentido”, y muy pocas veces se equivoca al
elegir “su” conductor. No es suficiente ser dadivoso, tener un lenguaje populista, si el líder
o conductor –y nunca alcanzará esta categoría popular- no goza de cierto halo que hace
que las masas se sientan sinceramente representadas. Esto tiene más que ver con una
mística revolucionaria y una personalidad irresistible al gusto masivo, además del
testimonio veraz dado por la biografía del líder carismático.
Conducir es ponerse al frente de un proceso y seguir el camino que las masas señalan, y
para ello hace falta no ser apresurado ni menos aún un retardatario, sino acompasar el
movimiento popular que dio origen a la conducción. No por nada la primera verdad
peronista expresa enfáticamente: “La verdadera democracia es aquella donde el gobierno
hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo”. Es por ello que
ante la “multitud” odiadora que pedía el gobierno a la Corte frente al Círculo Militar, no
hubiera hecho falta que saliera el apaciguador Vernengo Lima y les dijera: “… yo no soy
Perón”. El pueblo sabía perfectamente que Vernengo Lima, Ávalos, Fentanes o Braden
NO ERAN PERÓN.
Perón y Evita, la misma noche del 17, fueron a la Estancia de un amigo a pasar cuatro
días de descanso. El 22 estaban de vuelta en Buenos aires, en el domicilio de ambos en
la calle Posadas, allí tuvo lugar la ceremonia civil de Matrimonio. Actuó el jefe del registro
civil de Junín, para no darle la trascendencia que hubiera tenido en un registro civil
porteño. Farrell entregó a Perón en la noche del 17 la conformidad de su pedido a retiro.
No necesitaba autorización militar para casarse. La ceremonia religiosa se llevaría
adelante, en absoluta intimidad, en la iglesia San Ponciano de La Plata.
Volviendo al viernes 19 los diarios informaban la recomposición del gobierno, producida el
18:
Vicepresidente y ministro de Obras Públicas: general Juan Pistarini
Interior: coronel Bartolomé Descalzo
Relaciones exteriores: Dr. Juan I. Cooke
Instrucción Pública: Dr. José M. Astigueta
Hacienda: coronel Amaro Ávalos
Agricultura: Ing. Pedro S. Marotta
Guerra: general Humberto Sosa Molina
Marina: almirante Abelardo Pantín
Secretario de Aeronáutica: comodoro Edmundo Sustaita
Secretaría de Trabajo y Previsión: coronel Domingo Mercante
Sosa Molina y Sustaita eran designaciones que provenían de la voluntad del arma; lo
mismo que Pantín. Mercante era el indicado para Trabajo y Previsión, a falta de su
coronel fundador, por supuesto Perón no podía integrar el gabinete porque se dedicó a la
campaña presidencial. Por análogos motivos, Quijano y Antille quedar expectantes,
ambos aspiraban a la vicepresidencia.
Llamó la atención el nombramiento de Descalzo. Militar retirado, amigo de Justo, de ideas
liberales, ahora presidente del Instituto Sanmartiniano. Lo unía a Perón una antigua
amistad y era un hombre incorruptible: era una garantía de corrección del proceso
electoral.
Al asumir Descalzo dijo que “las elecciones serían libérrimas, las Fuerzas Armadas
custodiarán los comicios”. Derogó el decreto de Perlinger que disolvía los partidos
políticos; instruyó a los interventores para que dieran igualdad de trato a todos los
partidos.
Como una agrupación peronista le “pidió ayuda” para realizar una asamblea, contestó con
energía “que el ministerio del Interior no es un comité. A mí me han encargado dirigir la
política interna del país, sin que haya candidato oficial alguno. No he venido aquí a
prestigiar a alguna persona”. La hizo publicar por toda la prensa, así no había malos
entendidos.
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