Seguidores

jueves, 22 de octubre de 2020

23 DE OCTUBRE DE 1859: URQUIZA AL FRENTE DE LA CONFEDERACIÓN VENCE AL PORTEÑO MITRE EN LA BATALLA DE CEPEDA (2da. Versión). por Daniel Chiarenza


Los confederales eran 10 mil, en su mayoría caballería. Parecía inminente la derrota de

los “trece ranchos”. La guerra del 59 tenía forzosamente que ganarla Buenos Aires por el

aislamiento internacional, desastre financiero, escasa coordinación política interior y

menor armamento militar de la Confederación. El triunfo de Buenos Aires era “seguro”,

mucho dinero, mejor ejército y sólido apoyo exterior. Sólo hubo un imponderable: Mitre.

Mediados de octubre: Mitre saca a su ejército de San Nicolás. Desea acercarse a Rosario.

Cruzó una cañada y se enteró que era Cepeda donde Ramírez y López derrotaron a los

directoriales. Esperó el ataque de Urquiza. Pronunció una grandilocuente frase: “Aquí fue

la cuna del caudillaje, aquí será su tumba”. Contaba 3.500 infantes al mando de Conesa,

Paunero, Emilio Mitre y Rivas y 24 cañones dirigidos por Nazar. La caballería -4.000

jinetes- comandada por Flores y Hornos no era desdeñable por la veteranía de sus

hombres, calidad de armas y caballos.

Los federales venían de Rosario, tenían 2 mil infantes y 15 cañones, era superior la

caballería –más de 8 mil-. Urquiza avanzó con convicción contra los porteños.

Mitre había leído textos europeos que se referían a formación oblicua y así dispuso la

infantería y la artillería; sorprendió a Urquiza que fracasó en su primera embestida. Pero

la oblicuidad era una alineación defensiva, se olvidó de cómo usar la caballería y la

comisionó como espía para saber cuán lejos estaba del enemigo. Se replegó a la cañada

evitando el combate.

Hornos y Flores con sus jinetes chocaron a las 10:00 del 23 con los federales que

cruzaban el arroyo Pavón. Se ordenó el repliegue, sin contestar el fuego del enemigo; los

húsares y dragones no comprendieron y escaparon a media rienda o “disparar a la criolla”

reconoció Hornos. De la división de Flores no quedó nada; Hornos con empeño logró

retener los suyos que Mitre mantendría inactivos detrás de las “oblicuas” infantería y

artillería.

Para acosar a la caballería porteña llegó Urquiza a Cepeda con el ejército federal. Se

desconcertó al encontrarse con la infantería porteña; su acecho fue apresurado, el parque

aún pasaba el Pavón y carecía de municiones. Pero no podía retroceder y debió

estimular el parque, mientras sus soldados esperaban resignados, a la vista del enemigo,

el inminente ataque.

Mitre no se movió. Su plan era defensivo y no ofensivo. Ante la confusión de Urquiza, que

al tropezar sin municiones con Mitre dio todo por perdido, ambos ejércitos quedaron

inmóviles desde mediodía hasta las 17:30 en que el parque federal le llegó a Urquiza. “A

Mitre no se le ocurre nada en el campo de batalla”.

Arribadas las carretas del parque junto al material, Urquiza ordenó el ataque. En vez de

cargar de frente contra los cuadros oblicuos, los envolvió en dos alas; la caballería

porteña, escarmentada esa mañana, “desapareció como el humo sin combatir” (palabras

del parte de Mitre); el orden oblicuo fracasó, y la infantería fue copada.

Mitre fue objeto de una embriaguez heroica. Como no vio enemigos al frente, dispuso un

avance que lo alejaba del campo de batalla: “¡Victoria, victoria!” gritaba espada en mano,

para alentar a su estado mayor (único que lo seguía), creyó que al no encontrar

resistencia era verdaderamente triunfador. Las pérdidas porteñas fueron tremendas: toda

la caballería, casi todos los cañones, las dos tercios de la infantería. Conesa, con

perspicacia y sangre fría, salvó su división.

A las 19:30 se puso el sol, y los federales cesaron el fuego. Mitre, con la intacta división

Conesa, no tenía la menor idea de cómo andaban las cosas e interpretó que los federales

cesaban el fuego derrotados. “Recorriendo la línea –dice- la saludé vencedora en el

campo de batalla a pesar del abandono de nuestra caballería. Las bandas de los

batallones entonaron el himno nacional, tocando diana las cornetas, y prorrumpiendo los

soldados con vivas entusiastas a Buenos Aires y la libertad”. Urquiza no se explicaba los

propósitos del “farsaico general en jefe, cuya impericia se había puesto de manifiesto

desde el primer momento”.

Mitre exultante de triunfalismo. Conesa y Adolfo Alsina lo desengañaron. Si seguían allí

caerían en poder del enemigo. Conesa, mostrando a Mitre en la noche los fogones

federales, le hizo ver que estaban completamente rodeados, y su fuerza era diminuta

comparada con la enemiga; Alsina le informó haberse perdido la totalidad del parque, y

apenas quedarían dos o tres cartuchos por soldado. A pesar de todo, el general se

resistió a aceptar la evidencia; debió llamarse a consejo de oficiales. “Sólo ahora me doy

cuenta que estoy derrotado”, confesó a Alsina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario