“Se aguardaba con profunda preocupación la hora fijada para el brindis del cumpleaños. Ocurrió entonces lo inesperado: no llegaron ciertos invitados que eran considerados amigos del coronel Perón y partícipes en la obra que estaba realizando la revolución del 4 de junio.
Los rumores adquirían, a través de los minutos, un mayor volumen alarmista y luego se transformaron en una lamentable y cruel realidad: Campo de Mayo se había sublevado bajo la conducción del general Ávalos, su jefe.
“Al día siguiente, martes 9 de octubre, el movimiento obligó al coronel Perón a renunciar a
los cargos que venía desempeñando. Sin embargo, nada trascendió en el sentido de que
hubiera el propósito de privarlo de su libertad.
“El mismo día martes 9 de octubre nos reunimos los compañeros Soto, Carugo, Monzalvo
y Polo. En esa reunión les hice un planteo: según mi opinión lo que terminaba de ocurrir
en el gobierno era de extraordinario alcance y significación para el campo obrero, pues la
caída y el abandono forzoso de las importantes funciones del gobierno que cumplía el
coronel Perón, perjudicaban a la clase trabajadora. Los compañeros estuvieron
toralmente de acuerdo con mi manera de pensar al respecto.
“También les dije que por mi parte lo único que podía hacer era renunciar al cargo de
secretario general de Asistencia y Previsión Social, previa consulta al director general,
teniente coronel Mercante. Además les propuse que tratáramos de hablar con el coronel
Perón y luego lo hiciéramos con algunos miembros de las comisiones directivas de los
distintos gremios, a fin de aunar opiniones sobre la conveniencia de que las
organizaciones sindicales fijaran su posición frente a la actitud, realmente deplorable, que
Campo de Mayo había adoptado en contra del coronel Perón e inmediatamente contra el
movimiento sindical, pues éste había prestado su colaboración apoyando al coronel Perón
y al gobierno de la revolución del 4 de junio”.
Ese 9 de octubre la guarnición de Campo de Mayo por intermedio del general Ávalos
exige a Farrell la renuncia de Perón. Muchos sugirieron a Perón que reprimiera el
levantamiento. Éste se negó, aunque era consciente de lo mayoritario de las tropas leales
a su persona. Esperó la decisión de Farrell. El general Pistarini llegó con un escueto
mensaje de Farrell para Perón: "Él quiere que renuncie"
Entonces Perón da la orden de detener cualquier movimiento y solicita un papel. Escribe:
"Excelentísimo señor presidente de la Nación: Renuncio a los cargos de vicepresidente,
ministro de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión con que vuestra excelencia se ha
servido honrarme. Fdo. J. D. Perón".
Recordando el hecho Perón dice: "La entregué al general Pistarini y dije: ‘Se la entrego
manuscrita para que vean que no me ha temblado el pulso al escribirla’ [...] Se había
cerrado un capítulo de mi existencia. Di gracias a Dios por haberme permitido hacerlo sin
sacrificar una sola vida en holocausto de la irreflexión o el apasionamiento".
El miércoles 10 de octubre el gobierno aceptó la renuncia y designó como ministro de
Guerra al general Eduardo J. Ávalos. Los trabajadores intentan hablar con el Coronel del
Pueblo. Éste les hace saber que ese mismo día a las 18:00 horas estaría en la Secretaría
de Trabajo y Previsión. Perón se despide de los trabajadores y de sus colaboradores
desde los balcones del edificio diciendo: "Pido orden para que sigamos adelante en
nuestra marcha triunfal; pero si es necesario algún día pediré guerra". La concurrencia
será numerosa e importante.
Orden y tranquilidad solicita, pero la tensión irá en aumento, horas más sería detenido.
El Coronel Perón hasta entonces detentaba los cargos de subsecretario de Trabajo,
ministro de Guerra y vicepresidente de la Nación.
En la noche del 9 trasciende por las radios uruguayas la caída de Perón, hubo
manifestaciones improvisadas de estudiantes y señoras burguesas en la calle Florida:
“¡Ya se fue! ¡Libertad!”.
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