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domingo, 25 de octubre de 2020

25 DE OCTUBRE DE 1938: SUICIDIO EN LA PERLA, MAR DEL PLATA, DE LA POETA ALFONSINA STORNI, por Daniel Chiarenza




Poeta, autora teatral y educadora, nacida en Sala Capriasca, Suiza, el 29 de mayo de

1892. Sus padres fueron Paolina Martignoni di Origlio y Alfonso Storni, suizos de origen

itálico. Alfonso Storni llegó en 1880 a San Juan, lugar donde tenía parientes, pero regresó

a su lugar de origen en 1885 para casarse y luego retornó a la Argentina con su esposa.

En San Juan nacieron los dos hijos mayores, María y Romeo, con los que el matrimonio

se trasladó a Suiza. Allí nació Alfonsina. Regresaron a la Argentina, primero el padre en

1893 y luego la madre en 1896, se establecieron en San Juan, donde Alfonsina inició sus

estudios.

Instalados en Rosario en 1900, la pequeña continuó estudiando en un colegio confesional,

pero la muerte del padre y la pobreza que siguió al acontecimiento, la obligaron a trabajar

como costurera a domicilio y luego como obrera en una fábrica de gorras. Así fue como,

tan pronto como pudo, Alfonsina reanudó los estudios, esta vez en la Escuela Normal de

Coronda, en la provincia de Santa Fe, en la que obtuvo su título de maestra rural en 1910.

Tuvo esporádicas actuaciones como actriz en el teatro, tal es así que realiza una gira por

un año con la compañía teatral José Tallavi y luego trabajó como docente. Publicó sus

primeros versos en las revistas Mundo Rosario y Monos y Monadas. Se instala en Buenos

Aires en 1911 y su vida sentimental culminó con el nacimiento de un hijo, Alejandro

Alfonso el 21 de abril de 1912.

Consigue cierta estabilidad en el trabajo con el cargo de corresponsal psicológica en la

Casa Freixas Hnos. Mientras su personalidad literaria comenzaba a afianzarse mediante

el trabajo y el trato con escritores. En Alfonsina coexistirán dos virtudes raras para la

concentración en una persona, la poeta: la emotiva y la intelectual. En lo sentimental es

persuasiva y diestra. En lo intelectual su personalidad se irradia sin convicción, en medio

de elaboraciones rítmicas de discutible belleza.

En 1916 publicó su primer libro: La inquietud del rosal, con prólogo de Juan J. Lastra; en

1917 aparece El dulce daño y se la nombra directora del internado de Marcos Paz. En

1918 trabaja como preceptora en la escuela de enfermos mentales de Parque

Chacabuco. Da clases de declamación y recitales en entidades populares. En 1919

publica Irremediablemente. Escribía en Atlántida, La Nota, La Nación, Nosotros y Caras y

Caretas.

En 1921 ganó el Primer Premio Municipal con su libro Languidez y también el Segundo

Nacional. Publicó Ocre en 1925 y Poemas de amor en 1926.

Al año siguiente estrenó en el Cervantes El amo del mundo, que despertó polémicas.

Desde 1921 tenía una cátedra en el Teatro Infantil Labardén, donde desarrolló sus ideas y

puso en escena muchas piezas para niños; entre las alumnas estaba Amelia Bence, que

interpretará a Alfonsina cuando se haga una película con la vida de la poeta. Estrenó

otras dos obras para adultos: Cimbellina en 1900 y Polixena y la cocinerita (1931), que

fueron publicadas en un volumen. Dictaba cátedras en la Escuela Normal de Lenguas

Vivas y el Conservatorio Nacional de Arte Escénico. Era ya famosa, pues accede a la

popularidad por el imperio innegable de su creatividad y la traducción de sus poesías.

Visitó Europa y estuvo en el lugar de su nacimiento. En 1934 apareció Mundo de siete

pozos y en 1938 Mascarilla y trébol y una Antología poética.

La trayectoria de Alfonsina va desde el ingenuo romanticismo hasta pisar el surrealismo,

al que intentó penetrar con el juego barroco de su lirismo hermético y con la fuerza de los

“anti-sonetos” de los últimos años de su vida.

Es innegable que en su labor, en su oficio, fue destellante, lo que la hizo liderar cada

causa que defendiera y sostuviera. Sobre el final de su vida regresó a la actitud afectiva,

serena y logró el más bello poema de despedida de la literatura nacional.


Estaba ya muy enferma y se suicidó en Mar del Plata el 25 de octubre de 1938. El día

anterior envió a La Nación la poesía “Quiero dormir”, que constituyó su conmovedora

despedida.

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